Mié. Abr 17th, 2024

Los primeros días con su hijo son muy importantes para los padres, especialmente si es su primer hijo.

La responsabilidad que significa el cuidado de un hijo, el frecuente desconocimiento de hechos o fenómenos normales en el niño, puede resultar abrumador para una madre que aún no se recupera del parto.

Es conveniente, entonces que la madre solicite y obtenga ayuda, en primer lugar del padre, compartiendo algunas labores, en la medida de su disponibilidad de tiempo.

Conviene que éste planifique unas vacaciones para el nacimiento del niño con este objeto. Otros familiares (madres o suegras) con experiencia o vecinas y amigas si las anteriores no están disponibles, suelen ser buenas alternativas.

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No sólo el alivio de algunas tareas como mudar al niño o lavar su ropa son importantes en estos casos, sino también el apoyo y el refuerzo, de sentirse haciéndolo bien. En este sentido la madre debe proponerse dormir cuando el niño lo hace y encargar alguna de estas tareas a las personas que la ayuden.

La lactancia requiere de una madre descansada para tener éxito.

Es conveniente tener a mano el teléfono del pediatra para hacerle preguntas. No dude en hacerlas, por banales que le parezcan, si Ud. no conoce sus respuestas, son importantes.

Es frecuente, por lo demás, la llamada depresión puerperal, que se traduce en sensación de pena, angustia y fatiga, los primeros días después del parto, que se atribuye a cambios hormonales y que dura, afortunadamente, sólo algunos días.

Si Ud. cree que esta interfiriendo con el cuidado del niño o dura más de 2 semanas, pida ayuda, cuéntele a su marido o persona que la apoya. Es una enfermedad y no una falta de preocupación por el recién nacido o las personas que la rodean. Además de lo anterior, búsque momentos para descansar y dormir, y apenas pueda salga de su casa y visite a otras familias con o sin el niño, según las circunstancias.

Evite el exceso de visitas al recién nacido en los primeros meses, especialemente los niños y mayores con estados gripales que lo puedan contagiar.

Es totalmente distinto para el niño soportar un resfrío durante los primeros días que hacerlo después del 4º o 5º mes.

Explique estos motivos a sus familares, no induzca al aislamiento social con su actitud Alimentación al pecho: Está fuera de toda duda que la mejor alimentación para su hijo es el pecho materno.

Las ventajas de esta costumbre sobrepasan con mucho las molestias o inconvenientes de una alimentación artificial.

Todas las madres pueden alimentar a sus hijos al pecho si se lo proponen, incluso aquellas con problemas de pezones o de secreción láctea irregular.

A partir del nacimiento, el principal estímulo para la producción de leche materna es la succión del niño.

Por otra parte éste se alimenta tanto por su sensación de hambre, pero también está protegido por sus reflejos de búsqueda, succión y llanto, y los manifiesta frente a cualquier estímulo. Si bien estos reflejos son muy importantes para su alimentación, en ocasiones inducen a error a la madre. A veces habiéndose alimentado recién, el niño rompe en llanto, busca el pezón y succiona lo que primero encuentra a su alcance. Esta actitud refleja frente a un dolor cólico, por ejemplo, es interpretada como hambre por su madre, y al no tener ya leche en sus pechos, introduce la lactancia artificial. Esta es una secuencia frecuente que puede darse con los cólicos u otra molestia del niño.

La introducción de la alimentación artificial no hará más que interrumpir el círculo virtuoso de succión-producción de leche, interrumpiéndose la secreción en los días siguientes. Es por esto que las madres deben saber que la única forma de conocer si sus hijos están recibiendo suficiente leche es el incremento de peso.

¡No agreque por su cuenta leche artificial antes de haber consultado con el médico y pesado al niño!

Todos los niños recién nacidos pierden peso durante la primera semana de vida, lo que no va más allá del 10% de su peso de nacimiento. A partir de la segunda semana inician la recuperación de su peso de nacimiento, el que alcanzan al 12º o 15º día. De ahí en adelante suben entre 25 a 35 gramos diarios, según su tamaño inicial.

En esta primera etapa de la lactancia y hasta haber comprobado un buen ascenso de peso, es conveniente que la madre alimente al niño «a libre demanda». Esto signifca cuantas veces quiera en un plazo que no sea inferior a 2 horas (de lo contrario no alcanza a producir leche) y no más de 4 horas ( si el niño duerme por más de este período hay que despertarlo y ofrecerle el pecho).

Se recomienda poner al pecho 10 minutos por lado durante los primeros 20 a 30 días, y luego dismiuir este período en forma progresiva hacia los 5 minutos por lado. La explicación es que durante los primeros días el niño no tiene suficiente fuerza, habilidad ni desarrollo de los musculos succionadores y debe permitírsele un período mayor de succión. Una vez alcanzada esta habilidad, si se deja mamar en forma exagerada el niño vaciará el pecho en los primeros 5 minutos y el resto se cansará innecesariamente y tragará más aire que leche.

Un hecho que frecuentemente preocupa mucho a las madres después de los primeros días o semanas, es el sentir que sus pechos desde tensos y duros se hacen más flácidos y los sienten «vacíos». Esto está muy lejano a la realidad, ya que, lo anterior sólo significa que el perído de inflamación e hipertrofia de las glándulas secretoras de leche ha pasado, pero estas están ya crecidas y totalmente desarrolladas y su efectividad es mayor.

Las deposiciones del niño en este período, después del color oscuro y espeso de los primeros días son amarillas, líquidas, espumosas y explosivas con una frecuencia de 5 a 6 diarias durante el primer mes, las que habitualmente coinciden con el término de la alimentación.

A partir del 2º mes las deposiciones se van haciendo menos frecuentes y más sólidas hacia una consisitencia pastosa.

En cuanto al sueño del recién nacido, estos duermen gran parte del día durante los primeros meses.

La posición actualmente respaldada por la Academia Norteamericana de Pediatría es de lado, lo que podría evitar en parte algunos casos de muerte súbita o por sofocación. De todas formas el niño pequeño no debe tener almohadas u otros elementos con los cuales se pueda sofocar.

La temperatura ambiental en la habitación del niño debe ser aquella con la cual Ud. también se sienta cómoda. Durante los primeros meses de vida el niño requiere una temperatura algo mayor que la del adulto, la que se consique con una ropa adecuada a la temperatura ambiental. El exceso de abrigo puede ser tan peligroso como el frío excesivo.

El niño puede salir desde los primeros días manteniendo el mismo concepto de que debe tener un abrigo proporcionado a la temperatura ambiente.

No es el frío o el aire el que enferma a los niños, sino el contacto con personas enfermas que le pueden transmitir sus infecciones. En este sentido es bueno aislar al niño de concentraciones de personas en recintos cerrados, especialmente si estas personas son niños y en períodos invernales en donde las infecciones respiratorias son más frecuentes.